Vivir condicionados. El qué dirán

En los últimos días he leído y escuchado la frase: el qué dirán. Textualmente en el escrito me decían: la influencia que sigue teniendo en él/ella el qué dirán, y de viva voz, eso si, a través de miles de kilómetros y refiriéndose a mi familia: ¿no me digas que no te importa el qué dirán?
Esta tarde en mi mesa, las visitas han sido breves, por lo que se me ha cruzado la dichosa frasecita y he tenido tiempo de reflexionar sobre ella. También es verdad que los atardeceres en esta época del año ni con mucho son lo que en la de lluvias. La contemplación del cambio de colores de las nubes deja de ser un espectáculo y los verdes dejan de ser vivos.
Llegaran las lluvias para deleite mío y desgracia de los habitantes de esta zona (desaparece el turismo y los días de pesca son escasos).
Y mencionados los días de pesca no puedo dejar de citar lo que los otros días me dijo Harold, sobre el cielo estrellado que él ve en sus noches en el mar: Que mas quisiera el Presidente (ahora es Presidenta) ver esta maravilla que yo estoy viendo.
Intento hacer memoria de la última vez que la escuché. ¿Diez? ¿Doce? ¿Catorce años? No encuentro ninguna referencia en la que estuviera. Buen asunto me digo. ¿Pero esta frase aun sigue vigente? No me cabe la menor duda, no es posible que en el intervalo de una semana se me haya cruzado dos veces por pura casualidad. Al menos en aquel mundo sigue en uso. ¿Y para los ticos? Tengo la seguridad de no haberla escuchado en el tiempo que llevo por aquí, no conforme a la vuelta veo a mi amiga (…) y le pregunto.
Si se dice, me contesta
Repítemela tal y como la decís vosotros
Que van a decir, y contra ella decimos: que pasen y no me toquen
Es verdad, a ella se lo he escuchado, pero en su submundo casi la entiendo, convencido de no habérsela escuchado a nadie mas.
De algo estoy seguro, fuere en aquel o en este mundo el que dirán me resbala. Sigo pensando y busco un ejemplo de algo que este haciendo y que en aquel hubiera que pensar en el dichoso que dirán. Se me enciende la lucecita: ¡La coleta! En realidad estaba a punto de cortármela, y no porque haya dejado de torear, sino porque ya he cumplido el sueño que no pude cumplir allí y que me propuse realizarlo aquí. Pues bien: Puedo prometer y prometo que no me la cortaré hasta que no haya vuelto a España.
Paro y pienso: ¿que amigos me verán con ella? Posiblemente ninguno, por la sencilla razón de que no existen (que dios me libre de los que tuve. Hay excepciones), pero si me vera Fernando el tendero, el de las revistas, el del Súper. Me imagino sus caras de espanto y me estoy riendo a carcajadas.
He terminado de descojonarme y sigo. ¿Soy un ser especial? ¿De verdad no me importa el que dirán? ¡Hombre…! Me digo: pasear en pelotas por Cullar Vega, tampoco lo voy a hacer, pero no por la frase, sino porque hacer espectáculos nunca ha sido lo mío.
Hay personas que se paralizan con la preocupación de qué pensarán los demás (papás, hermanos, amigos, cónyuge, hijos, etc.) si actúan en determinada forma, por lo que prefieren no hacer nada.
Por el que…, se de gente que se ha dejando la vida por los demás, cuando los demás iban a su rollo.
Hay personas que su entorno esta limitado a amigos y familia. Si con ellos están pensando en el que dirán, es que son unos hipócritas. No me gustaría tenerlos por tales.
¿Soy un perro verde o estoy tocando lo que buscaba? No lo se, pero repito: me paso por el forro de los… (el no citarlos es por respeto y no por…) el qué dirán.
Pudiera parecer un truco, pero es cierto que por el punto y aparte anterior estaba cuando llega mi amigo a pedirme una botella de plástico vacía (la llena y la congela para tener agua fresca todo el día, en su venta de abalorios a pleno sol), no me puedo perder su opinión y le hago la misma pregunta que a mi amiga (…).
Si se utiliza, pero solo lo hace la gente muy selecta, la que vive encerrada en un caparazón… Y tengo que escuchar al menos diez minutos de sus filosofadas.
Que se jodan, le contesto.

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De curanderos y de la prolongación de la vida

Estoy cansado. Muy cansado. Esta tarde ni en condiciones he estado de ir a ver mi atardecer. Se perfectamente que me habrán puesto falta en mi tertulia.
La causa del cansancio: el dolor. No voy a explicar el motivo del mismo, pero esta mañana desde que me levante hasta hace un par de horas he estado con él. Fue en aumento y en ciertos momentos casi lloraba del mismo. Ahora a pesar de haber desaparecido por completo, lo que siento es eso, cansancio.
He cometido el error, de en unos momentos en que no quería pensar en el mismo y puesto delante de este aparato, comunicárselo a una persona muy lejana. Sé que sufría y me daba buenas soluciones, pero también sabía que eran tardías, tenía que haberle hecho caso antes, pero no; cabezón yo, me dije que se me curaría solo (ahora sigo pensándolo). Tampoco quería decírselo a mi amiga (…), puesto que se perfectamente que su reacción inmediata hubiera sido subirme en el carro y llevarme a una especie de ambulatorio a una hora de camino, pero también sabía que tampoco allí me iban a solucionar nada.
El cuerpo es muy inteligente, en él confíe, y él ha sido el que ha solucionado (por ahora) su avería. También es verdad que las personas que me rodean ni tienen medios para buscar a un especialista y el por qué debo de ser yo más que ellos.
Desde que estoy en este país, solo me he encontrado mal (que no enfermo) dos veces. En la anterior fue otro dolor, en aquel caso, de ojos. Aguanté lo indecible, hasta que llegó un momento que decidí buscar ayuda. Carro, ferry, taxi, hasta llegar a un oftalmólogo, reconocimiento y diagnóstico: En los ojos no tenía absolutamente nada. Todo el día dedicado a los ojos y curiosamente los tenía bien. Me dio la dirección de un neurólogo amigo suyo pensando que él lo solucionaría. No quería repetir la experiencia así que afine mis búsquedas en internet, y no se el por qué cuando leí como causa, contractura muscular en el cuello (o algo similar), lo asocié, busqué a mi amiga Helena, me dio un masaje previo pago (en Costa Rica todo vale), y remedio santo. La verdad es que me ha dicho que es conveniente que vuelva, pero soy un dejado; al igual que tendría que haber tomado remedios para el de hoy.
Todo esto me hace reflexionar sobre los pensamientos que tenía cuando abandoné España y mi idea era irme a Nicaragua a un lugar lo más alejado de la civilización. En ese no lugar, ¿cómo lo habría solucionado? El primero casi estoy seguro de no haberlo padecido, puesto que en la lejanía doy por supuesto que la causa fue la postura ante la computadora, postura que corregí. En aquel lugar ni corriente eléctrica hubiera existido. ¿Y el de hoy?: El remedio lo veo tan natural, que estoy convencido que el curandero del pueblo lo hubiera hecho tan bien como el mejor médico de la civilización.
La esperanza de vida se está prolongando hasta edades para mi alarmantes. ¡Vamos!, que la piedra filosofal está a la vuelta de la esquina. ¿Compensará este alargamiento? Ya se vislumbran los primeros problemas y uno está muy en las últimas noticias: la prolongación de la vida laboral. ¿Explotarnos más de lo que lo han hecho hasta ahora? No lo veo claro. ¿Y después?, cuando llegue esta. ¿Asilos (políticamente correcto llamarles residencia de tercera edad)? ¿Estorbo para las familias? Esto último ya lo es; en época de vacaciones los hospitales se llenan de viejos.
No estoy en contra de la prolongación de la vida pero siempre que esta vaya acompañada de una buena calidad de la misma. ¿Es esto lo que estamos consiguiendo?
Me vienen a la cabeza dos ejemplo de vejez, uno humano y otro animal. Cuando un viejo/a, en las tribus trashumantes de los indios norteamericanos, veía que era un estorbo para su familia, una noche desaparecía; la tribu tenía que seguir camino; todos sabían que se dejaban morir, pero aun sintiendo la lógica pena, lo aceptaban como ley de vida.
Los buchones (así llamados los pelícanos por aquí), cuando son viejos (unos lo achacan a la pérdida de visión) el picado no lo hacen sobre una posible presa, sino que eligen una buena roca de la costa y contra ella se estrellan (La Isla de los Hombres Solos).
De una cosa estoy seguro: ni me veré humillado, ni rabiando de dolor en los últimos días de mi vida. Espero conservar la mente lo más lucida posible para que esto no ocurra.
Conseguido: Prolongué la hora de acostarme, aunque con la mente también cansada dudo si no habré escrito una chorrada.

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El perro más desgraciado del mundo


Desde Barcelona a Montevideo, pasando por otros lugares de este alejado planeta, me llegan sugerencias de que siga escribiendo, y no retomo el teclado por ellas (con perdón), sino por seguir con una costumbre que adquirí en un momento bastante desagradable de mi vida y en la que encontré muy buenas satisfacciones, y sin pretenderlo, me puso en contacto con una serie de personas, muy especiales todas ellas, y a las que tengo bastante que agradecerles.
También es verdad que rehúyo de las obligaciones y no quiero que esta lo sea. Escribo porque me gusta, pero sin marcarme el día y la hora en que tengo que hacerlo.
La razón de no haber escrito, al menos con la asiduidad con que lo he hecho hasta ahora es muy simple: estoy en una nube de la que no me quiero bajar porque desde ella observo a otra muy distante y negra y no precisamente porque las condiciones atmosferitas sean las adecuadas para tal no color, sino porque no ha conocido el arco iris, y le cuesta reconocer que puede entra en la gama cromática.
Temas para escribir me sobran; desde mandar a tomar por el culo a Blogger, por no advertir que las imágenes de blog las conserva en Picasa, con lo cual y debido a mi manía de hacer desaparecer todo lo que no considero útil, se me han evaporado la gran mayoría del mío (he visto el pretexto perfecto para evaporarlo por completo), contar la ultima crisis amorosa de Helena (la canadiense) con More (el negro/Jorge), el dilucidar, mientras escribo por supuesto, el por qué para algunos es una obligación afeitarse el vello facial y no el púbico, hablar sobre las fiestas de Cóbano, mi capitá, hasta escribir sobre el perro mas vagabundo que he conocido; pero no, hoy le ha tocado a su congénere mas desgraciado.
El perrillo, así lo llamo desde nuestro primer contacto, es desgraciado pero no tonto. No fue solo a mi al que solo verme empezó a hacerme fiestas, lo hacia con todos los gringos, lo que demuestra que no hay mucha diferencia entre los humanos y los perrunos ticos (todos los humanos de este lugar que no me conocen y quieren entablar conversación conmigo lo hacen en ingles) y pienso que el razonamiento del perro es bien simple: estos hijos de puta no solo no me pegan patadas, sino que encima me acarician.
Mi playa esta situada cien metros al sur de donde vivo (en este país todo esta situado cien metros al sur de algo) y en mi desplazamiento hacia a la misma tenia que pasar por su morada, donde me esperaba y me hacia sus consabidas fiestas. Me acompañaba una cierta distancia, pero al llegar al territorio de la perra malafollá del rentacar de cuadras y jet acuáticas, su miedo era superior a mis caricias, así que con cara de pena estaba un rato observándome mientras desaparecía. Un día me propuse que pasara, no solo enfrentándome a la puñetera perra, sino que tuve que llevarlo casi a rastras. No fue el único territorio enemigo que tuvo que cruzar, por lo que tampoco fue el primer día que me lo propuse el que me acompaño a mi destino final, pero el que la sigue la consigue y el pobre perrillo un día descubrió el mar. Alucinaba. Ni que decir tiene que me esperaba hasta volver. Era demasiado el terreno hostil el que tenia que recorrer él solo.
Que recibía patadas, era cosa segura.
Una tarde vi que no me esperaba, por lo que pensé algo malo le había ocurrido y en poco me equivoqué. Pregunté y me informaron que un carro lo había atropellado. Sobrevivió aunque cojo perdido.
Yo daba por seguro que solo los humanos éramos la única especie que tropezaba dos veces en la misma piedra, pero no, al pobre perrillo lo volvió a atropellar otro carro.
Con las dos patas de estribor jodidas y la trompa maltrecha, me seguía acompañando, y a la vuelta lo hacia hasta mi casa. Se lo agradecía echándole una salchicha o similar, pero pronto comprendí que la cosa no me era muy rentable, por lo que le compre un saco de pienso. Si alucinó con la vista de la bahía, con su cacharro de pienso, ya no se lo acababa de creer; me miraba como preguntándome: ¿de verdad me puedo comer esto y no me pegaras por hacerlo?
El perro ya era mío, aunque no había quien le quitara sus escapadas. Era feliz siendo un perro realengo.
Primer inconveniente para nuestra convivencia: jamás he visto a un perro tan lleno de reznos.
Lávalo con este champú, pero después lo enjuaga bien.
Ni caso; lo lave con él y no lo enjuagué. O bien la garrapatas bajo los efectos del champú o el champú en si, debían de picarle bien, porque las corridas que daba y al final de las mismas los restregones contra cualquier piedra u objeto punzante con el que se encontrara, eran alarmantes.


No desaparecieron los reznos a pesar de varios lavados. Lo único que conseguí es que hiciera mucho deporte. Vuelta a la cooperativa y explico el caso.
Póngale esta inyección y remedio santo.
Oiga, en la vida he puesto semejante cosa, aunque en su día estudié algo así como medicina naval.
Es muy fácil… Explicación al canto.
Pellizco en la piel del cuello, aguja paralela al suelo, pinchazo, atravieso su piel por dos veces y me pincho en el dedo gordo. A repetir la operación. Los aullidos del animal se escuchaban en la Conchinchina. Por supuesto lo tenia atado y bien atado.
De remedio santo nada.
Hablo con un veterinario que cada cierto tiempo aparece por aquí y me dice: es inútil, hay perros que tienen una sangre exquisita para esos bichejos, y el tuyo la tiene, así que como no sea que todos los días, a base de pinzas, lo desparasites, siempre estará lleno de ellos.
En esas estaba cuando por aquí aparece la gata. La gata que era experta en cazar iguanas dice que eso es mucho deporte y decide comerse el pienso del perro (ley del mínimo esfuerzo). Pero aquí no acaban las desgracias del pobre. Yo tenia asumido que la cadena de poderío era perro/gato/ratón, pero no, la gata ha desplazado al perro. O será que esa cadena es hembra/macho. No hay forma de que entre en esta casa mientras este la gata y siempre lo esta. De aquí no hay quien la eche.

El pobre perro a pesar de no recibir recompensa, o quizás la de las caricias sea suficiente, me sigue acompañando, aunque a la vuelta se queda en su casa.

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De brujas y escobas


Que la historia la escriben los vencedores es harto sabido, y por citar un ejemplo reciente e incluso de plena actualidad, me referiré a Guantánamo. La desinformación que tenemos sobre el tema al menos para mi es acojonante. ¿Qué dirá sobre él la historia musulmana (que no mahometana)?
En lo referente a la historia oficial, hay casos de puta vergüenza y hace poco me réferi a uno precisamente del país en el que me encuentro. Que en la historia del mismo no hay héroes ni hazañas dignas de mención, pues se inventan, lo inventado lo enseñan en las escuelas e incluso lo hacen fiesta nacional y todos tan panchos.
Dejemos la historia y continuemos con los latiguillos que nos han grabado en el cerebro a través de los medios de información con unos intereses creados, de vete a saber quien (aunque en algunos caso están clarísimos). La lista seria interminable pero también recurriré a algunas de actualidad: Pandemia marrana, pandemia aviar, agujero de ozono, calentamiento global, relación tabaco cáncer de pulmón, y no acabaría.
Por la web, circulan dos personajes, Guaicaipuro Cuauhtemoc (que no existió) y el Jefe Seattle (este si existió, pero los ecologistas lo tienen como bandera por un mas que dudoso discurso), de los que, en especial el primero, me han hecho sudar lagrimas de teclado (que no de sangre, ni de tinta) con un supuesto escritor (así se autotitulaba él) venezolano ante su insistencia en que si existió y mis demostraciones de que no (el final fue un para ti la perra gorda por mi parte). Pon cualquiera de estos nombres en un buscador, y encontraras información hasta el tamaño de su miembro viril.
Sigamos con la literatura, en este caso infantil. El por qué todos los cuentos de príncipes azules (Blancanieves, La bella durmiente, Cenicienta) acaban en boda como final feliz y no en la cama (si lo estas pensando, no soy ningún obseso sexual). En el caso de Blancanieves, habría que leer las otras versiones que por ahí existen de sus relaciones con los enanitos.
Creo me perdí.
Si, pensaba hablar sobre las brujas, las escobas y de volar. Estas tres palabras, en realidad están muy relacionadas, pero si nos mencionan a una bruja, la imagen que rápidamente se nos viene a la cabeza es la de una señora fea (otras historias tradicionales de brujas hablan de mujeres increíblemente hermosas), con un sombrero ridículo y por supuesto cabalgando/volando sobre una escoba, y al parecer las brujas ni utilizaban tal artilugio como si de un Airbus se tratara, ni los vuelos eran aéreos.
Que en los aquelarres, usaban alucinógenos [también al parecer los extraían de sapos (sapos, brujas, ¿te suena?), aunque citan otros muchos] es un hecho demostrado, y que para alcanzar el éxtasis durante el rito no se podía calcular con exactitud la dosis (una cantidad letal estaba muy cercana a la dosis de uso), por lo que era muy peligroso administrarlas por vía oral, así que los alucinógenos se aplicaban en forma de ungüento por vía vaginal [también se habla de anal (supongo que en este caso serian brujos)]. Doy por supuesto que en aquella época no existían los Sex Shop, y también que una herramienta a mano de cualquier mujer, fuera bruja o no, era la escoba, así que ya tenemos la primera relación bruja/escoba.
Ya en 1451 Alfonso de Torado, obispo de Ávila, sugirió que los vuelos de las brujas no eran sobrenaturales sino efectos alucinatorios de las drogas, de sus brebajes, un juicio asombrosamente exacto para la época.
Ya cerramos el círculo.
¿Satisfecha?..¡So curiosa! Hay mucha mas información.

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Primer viaje de María a Costa Rica

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Alguien le había dicho que yo tenía un blog, y se puso en contacto conmigo. Fue mucho el tiempo que estuvimos intercambiando correos y hablando por Messenger.
Estaba bastante enferma: rotura de pelvis, tensión alta, problemas de corazón, por no decir que estaba inmersa en una depresión (cosa que ella no quería reconocer), pero como siempre, en las peores situaciones tiraba hacia adelante, y un día, sin pensárselo mucho, fue a visitarme.
Resucito. Se le veía cara de felicidad.
Estuvo unos diez días (venia con billete de vuelta), pero me prometió que volvería.



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