Playa Manzanillo y costeando hasta Santa Teresa y Malpaís



Tenemos que ir a Cóbano a que firmes la transferencia del carro, me dice Vanessa.
Sobre la marcha, le contesto.
Imaginándome lo que iba a pasar, echo las gafas y las aletas. Se viene con nosotros Kim.
No hacía falta tener mucha imaginación, no estaba el abogado así que decidimos ir a una playa donde pueda bucear. Antes de seguir camino, entro en la farmacia a comprar unas gotas para los oídos; tengo una pequeña infección en uno de ellos (Jamás la había tenido y me he estrenado en este país)
Vanessa dice de llegarnos a la playa de Manzanillo. Tampoco había estado en ella así que la idea me parece bien. Ella conduce y yo voy de copiloto con la maquina en ristre. Kim atrás.
Sigo sin comprender como, al menos por esta zona, predominan los vehículos de carretera sobre los todoterrenos. Tenía razón Goro cuando me decía que prevalece el aparentar.
Después de dejar atrás el desvío de Malpaís, un par de cruces de caminos, uno de ellos sin ninguna señalización, carrera de obstáculos sorteando baches, cosa imposible con alguno de ellos puesto que estamos en época de lluvias, el agua en su interior está a rebosar y tienes que imaginar la profundidad; al fin llegamos a un pequeño grupo de casas, que según Vanessa es Manzanillo y según el mapa que llevo debía ser Santiago o no hemos pasado por él.
Playa de Manzanillo. Preciosa, pero empieza mi desilusión; magnifica para practicar el surf, pero imposible para el buceo; además la mar continua brava.
Decidimos continuar camino, costeando, hasta Santa Teresa. ¡Menudo caminito!.. Es mas de una vez la que hay que poner la tracción a las cuatro ruedas, pero el colmo es cuando llegamos a un riachuelo, por llamarle algo, puesto que por el bajaba bastante agua y o lo cruzamos o hay que dar vuelta. Vanessa se decide a hacerlo y yo me veo con el carro bañándome en el Pacifico, pero no, lo vadeamos bien.
Ni que decir tiene que la vegetación no ya es que llegue hasta el mar, sino que se adentra en él. Precioso pero… me quedo sin bucear. En algunas calas lo podía haber hecho pero el agua está turbia.
Llegamos a Santa Teresa y ya se ha pasado la hora de comer, así que paramos en una soda, la cual me era familiar por haber estado en ella con mi hijo.
No me rindo y digo de llegarnos al final de Malpaís, donde sabía había una cala pero basta que desees una cosa para que no se cumpla. Definitivamente hoy no es mi día de buceo. Me dicen que podré hacerlo cuando cambie la luna; aquí hay que contar con ella no solo para podar sino hasta para castrar a los animales.
De vuelta para Cóbano conduzco el carro. Ya le tengo bien tomada la distancia entre ruedas, única forma de evitar baches, pero aun así a veces es inevitable meterse en el que creías evitar por centímetros. Todo el camino en segunda y a dos mil quinientas revoluciones.
Llegará el buceo. Además, todavía no estuve en Isla Tortuga.

Si quieres situarte puedes ver el mapa de la entrada anterior.


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Lo que perciben nuestros sentidos. Escuchar que no oír y mirar que no ver. Un día en Costa Rica

Así queda el atardecer

Durante la mayor parte de mi vida, fui sorbido por el trabajo estresante, y durante mi depresión, me aísle del resto del mundo. En la última fase de la misma mi sed de aprender no era nada normal; lo achaqué a la recuperación de neuronas debida a los antidepresivos a las cuales daba por sentado vacías y por tanto una buena parte de mi cerebro estaba apto no solo para recibir, sino para acumular información. La obtención de la misma, me venía por la tradicional de la lectura y la mayor parte por esta gran fuente que es internet de la que a pesar de que la mayoría de su contenido es el sexo y otro gran segmento información basura, sabiendo bucear en ella para mi es la mayor fuente de conocimiento que jamás ha existido, pero fue prestándole atención a un cuando me di cuenta existía otra y es mediante la observación de lo que te rodea, pero ha sido en este país, Costa rica, donde la he descubierto en toda su grandeza.
En español (no voy a contradecir al conjunto de los latinoamericanos que así llaman al idioma en el que hablo), en cuanto al sentido del oído existen las palabras oír y escuchar y al de la vista ver y mirar, pero para nuestra desgracia pasamos por esta vida solo viendo y oyendo.
Es raro la tarde en la que no me siento a contemplar el atardecer en la bahía donde me encuentro. También es raro el día que alguien no se sienta conmigo a hacerme compañía, pero aun con ella, la vista instintivamente se me va hacia el horizonte. Aunque, claramente, hay dos estaciones, la de las lluvias y la seca, no ha habido un solo día en el que las nubes no hayan aparecido. Es un espectáculo grandioso. Las nubes forman caprichosa figuras, en constante movimiento y conforme la luz va desapareciendo por la llegada de la noche van adquiriendo una gama de colores con todas las tonalidades imaginables, desde el gris plomizo, hasta infinidad de matices de rojos, pasando por el blanco en el que en su espectro están presentes todos los colores. No ya es que no haya dos días en que los atardeceres sean iguales, sino que en una puesta de sol las caprichosas figuras, son tantas las formas que adquieren que el cerebro es incapaz de procesar lo que los ojos perciben.
Con la llegada de la luna llena, no soy yo el único espectador, somos varias las personas que esperamos el orto de nuestro satélite. Son como máximo tres días los que se puede contemplar y desde que por aquí me encuentro la he visto salir desde el NE, apareciendo por la cola del lagarto (caprichosa figura que forman las montañas que cierran la bahía), hasta casi el embarcadero, rozando el SE. Normalmente aquí las nubes nos juegan la mala pasada de no dejarnos verla salir en todo su esplendor, pero aun así merece la pena la espera.
Con todo no es esto lo que mas me llamo la atención cuando recale en este país. La llegada fue en plena época de lluvias, y mientras lo recorríamos en un todoterreno, la gama de verdes de sus bosques fue otro precioso regalo para la vista. Llego la estación seca, y la gama de verdes aunque sin desaparecer fue dejando paso a unos marrones/grises que me desesperaban. Cuando decía que estaba deseando que llegara el invierno (así llaman a la época de lluvias), la gente de por aquí me miraba como si loco estuviera (para ellos es el final de la época turística y su supervivencia depende en la mayoría de los casos de su ingenio).
¿Y los animales? ¿Quién le quita la razón a Darwin? A excepción de la puñetera mosca, no he visto ni uno que sea igual a los del país que deje atrás. Existe la salamanquesa a la que por aquí llaman garrobilla, por su similitud con el garrobo, especie de iguana pero de color gris, el zopilote, los congos y tantos otros que enumerarlos seria el cuento de nunca acabar. No tienes que hacer grandes excursiones para verlos, simplemente mirar a tu alrededor.
El sentido del oído, también es un buen receptor de información; no hay mas que prestarle un poco de atención a los aullidos de los congos; son diferentes si comiendo están, llueve o hace tormenta. Y hablando de tormentas, también las hay en todo el mundo, pero mi percepción de las mismas aquí es otra; tengo la sensación de estar dentro de ellas.
Un animal al que yo creía un búho o similar, me “deleitó” durante unas noches con un sonoro concierto. Lo grabé para preguntar de qué se trataba. ¡Que búho ni que ocho cuartos, se trata de una rana!.. Me dijeron. Fueron en aumento y ya se trataba de una orquesta. Me imaginaba ranas gigantes, tal era el vozarrón que tenían, pero salí a localizarlas y comprobé se trataba de diminutos animalitos. ¿Cómo puede haber tanta desproporción entre su tamaño corporal y los decibelios que salen de su boca?
Ayer mientras escribía esto, llego la hora de mí puesta de sol, pero en vez de dirigirme a la playa atravesando el pueblo, lo hice dando un pequeño rodeo al mismo y cámara en ristre fui tomando imágenes de lo que merecía la pena dar a conocer. El paseo no dura más de quince minutos y fueron más de veinte imágenes las que tome de las cuales no voy a poner todas. Tampoco las que pongan serán las mejores.
No hay que recorrer Costa Rica para hacer disfrutar la vista, simplemente observar con un poco de atención lo que te rodea.

Vista desde el mismo pueblo

El Pánica aun no viene muy caudaloso

Llueve sobre el lagarto

Donde estaba la soda de Ángela

Fin del paseo. Mi mesa

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Muertes por suicidio duplican a las muertes en accidente de tráfico


La noticia del encabezamiento de este escrito se refiere a España. Ya en su día (2 de mayo de 2007) escribí (En este momento suscribo totalmente lo que en aquel entonces opiné) sobre este tema y en él decía: El Ejecutivo europeo indica que 58.000 personas se quitan la vida cada año, una cifra superior a la que provocan los accidentes de tráfico, 50.700 personas, o a la de los crímenes, 5350.
El por qué reincido en el mismo contenido; bien, mientras padecí la depresión, especialmente en la última fase, indagaba desesperadamente información sobre la misma, posiblemente, o casi con seguridad, buscando ese clavo ardiendo al que todos queremos agarrarnos en momentos de desesperación y la verdad sea dicha, bien porque no la hubiera o porque la depresión afecta directamente a la memoria, me costó trabajo conseguirla.
Lo último que he leído, aunque no la coloque en la citada entrada, puesto que nada relevante es, en cuanto a descubrimientos que afecten a la misma, es: , que junto a , y esta , al menos a mi me pone los pelos de punta.
Al igual que en mi primer escrito, no me entra en la cabeza que nadie de la voz de alarma, y no solo se pongan medios para que esto no ocurra, sino que el ocultismo es más que sospechoso.
Como dice Punset, en El viaje a la felicidad, la depresión es, "posiblemente, el más destructor y el menos controlado de todos los factores [internos de infelicidad] que germinan dentro de la propia persona (...) dentro de unos años constataremos el enorme coste social en que habremos incurrido al no abordar seriamente el problema de la salud mental".
En tan solo un par de años se duplica el número de suicidios y aquí no pasa nada. Si esta sociedad no va al desastre, que venga uno de los dioses y lo vea.


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San Lucas. La isla de los hombres solos. ¿De José León Sánchez o de Leoncio Sandino Trujillo?


Son muchas las veces que he pasado cerca de la isla de San Lucas, puesto que el rumbo que sigue el ferry de Puntarenas a Paquera, casi la costea, y también muchas las que algún tico, me cuenta que existe un libro, La isla de los hombres solos, en la que su autor, José León Sánchez, estuvo preso en su penal y en el relata las calamidades que en él paso. También dan por supuesto que el autor demostró su inocencia. No, no llegué a leer el libro, puesto que aun no lo pude conseguir, cosa que sería algo de extrañar en los pueblos de las cercanías, donde no existe ninguna librería, ni en Puntarenas, que en las que estuve no lo tenían, aunque eso si había una gama muy amplia de libros en ingles y las veces que estuve en San José el tiempo me acuciaba; parte de la trama la puedes encontrar en esta .
Que existió este penal, es cierto. De hecho te pongo este video, para que te hagas una idea de lo que fue.


También este otro con una vista aérea del estado actual de la isla.
Son muchas las veces que me he quejado de lo mal que los ticos venden este maravilloso país y esta toma aérea es un buen ejemplo, puesto que bajo mi punto de vista la hicieron en la época seca en vez de en la época de lluvias en la que la gama de verdes seria exuberante.


No voy a hablar aquí de un libro que no leí, ni de una en la que no puse los pies en ella, sino de lo que más me ha llamado la atención de él, del que tan orgullosos están los ticos y de lo que quizás no estén bien informados, y es de su autoría. Repito todo el mundo da por hecho que su autor es José León Sánchez, pero puede que no sepan que por ejemplo Televisa tiene una demanda por pasar en su programación la película del mismo nombre, y la demanda es por . Según Leoncio Sandino Trujillo, novelista y pintor nicaragüense, fue escrita por él a sus 19 años.
La verdad sea dicha, sobre este tema solo he intentado investigar un poco y solo he encontrado la anterior noticia en un periódico nicaragüense.
Como dato curioso el abuelo de Henry, mi amigo el vigilante del hotel…, estuvo quince años encerrado en el famoso penal por la nimiez de coser a balazos a su abuela.

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Quien en mala sombra se cobija, al final se hunde. Historia de cuatro árboles. Fábula


Historia desde los confines de una vida, con sentidos abstractos y buena parte de metáfora. Disfruten.

Árboles, llenos de vida, edades diferentes y buen ejemplo a seguir. Antes que los animales, la vegetación era dueña del mundo. Símbolos de ecología, intentos de restauración, pero la tala inmoderada siempre lleva a la destrucción. ¡Pocos buenos árboles hay ya! ¡Todos por dentro empiezanse a pudrir!
Pero claro, entre tanta diversidad, existe aún un árbol firme en sus decisiones, sin ser descorazonado, y de ese es del cuál les contaré a continuación.

Su historia no puede ser la más feliz de todas, no podemos recaer en tanta fantasía, pero, para ser precisos, podemos decir que tuvo una historia difícil:

Él era un árbol el cuál tenía buenas hojas, unos tallos fuertes y unas raíces bien plantadas; no podría ser un árbol más perfecto.
Cierto día, conoció al árbol que pensó, acompañaría toda su vida.
Bella, distinguida, complementaria; lo que necesitaba.

Retoños emergieron ya después de una larga comunicación, felices eran la pareja de vegetales, despampanantes iban a todo lugar, entrelazadas sus ramas hasta el final, con unos buenos frutos en las copas, cómo prioridad, éstos árboles irradiaban bondad.

Tantos buenos frutos por dar, pero una enfermedad cayó al huerto. De repente, el árbol perfecto fue perdiendo su brillo inmenso; sus hojas se estaban volviendo amarillentas cual boca fumadora; sus raíces flaqueaban, persona escenofóbica ante una multitud magistral; todo le parecía gris, día nublado en el porvenir. Las ramas poco a poco se marchitaban, a la vez se quebraban aquellos lazos que parecían inmunes a cualquier mal augurio. Uno de los frutos abandonaba la copa puntiaguda, con las suaves hojas por el suelo, se iban a otro árbol, al árbol femenino.
¡Así pues! ¡El árbol perfecto empezó a tener muchas imperfecciones! Su postura no era la misma, torcido estaba; el fruto que con tanto esmero había protegido como su propia vida, al igual que esa entrañable compañera, se había esfumado cómo si el pasado fuera nulo.

Tiempo pasó, los frutos se convirtieron en árboles, que, con otros se fueron haciendo su propia vida estando lejos del huerto familiar, y la existencia del protagonista se fue desvaneciendo de cada alma por la distancia de por medio.

Los venidos en tiempos de felicidad, algunos tomaron malos rumbos, tal es el caso del fruto más alto, que, se entrelazó antes de tiempo y terminó mal su asunto.
Sin alguien perfecto quién diera su más sincero apoyo, no se hizo nada y la historia quedó inconclusa, hasta después de un lapso muy prolongado, dónde los pájaros trinaban las más dulces melodías, para el viejo árbol triste.

Sonriendo y dulce timbre de voz, exclamó:
-¿Qué vienen a hacer, bellas aves, por aquí, en mis oscuros ramajes?

Las voladoras coloridas y divertidas, exclamaron al unísono:
-¿Es que usted no ve, portador de buena madera, lo que debe ver? La naturaleza está a su esplendor; las flores titilan. Incluso son sus matices soñados; las golondrinas, hermanas mías, anidan por doquier para darle marcha al amor; el cielo ¡ni se diga! Más hermoso no podría estar. ¿Es que usted, no ha valorado la vida cómo lo que es, estando tan cerca del final?

-Tres veces ya han sido, pájaros insulsos, que de cuervos ustedes, tienen mucho. ¡Aléjense! ¡Váyanse de aquí! ¡Yo no los quiero ni los voy a pedir! ¿Es que ustedes no ven que ya no tengo nada? Mi amor partió, mis frutos se pudrieron, estoy solo en esta depresión.

-¡Olmo usted nada! No sea usted llorón, si ve las cosas de la vida con amarga visión, es seguro que usted sea sólo víctima sin redención. ¡No llore más! ¡Ya todo pasó! ¡Quizá nuevos aires le hagan falta!

-Oxígeno no me hace falta, mis hojas ya se fueron, imposible recuperarlas.

-¡Ingenuo árbol, valla a otro huerto nuevo, será todo mejor!

Y volaron las avecillas, vertiginosamente, dejando al árbol pensativo.

-Quizás ese montón de aves tenga razón- se dijo para sí- yo debo aplicar mi último esfuerzo para poder salir. Irme a otra parte, será mi principio del fin.

Partió, con su último ánimo, hacia otro destino.

Encontró, lejanamente, una tierra rica en nutrientes, dónde volvió a adquirir el brillo y fortaleza de cada una de sus partes, lejos de todos los daños abandonados de aquél huerto.
Pronto, se dio cuenta que estuvo perdido un largo tiempo, un tiempo que jamás podrá recuperar, pero que, sin duda, puede hacer algo en su lugar.
Recordó aquellos retoños de sus copas, se preguntó que pudo haber sido de ellos, cuándo los dejó y por qué lo dejaron. ¡Fuerzas sobraban! Sin una duda, una rama del fortalecido llegó al viejo campo de pasado ensueño, dónde encontró que, el árbol que amó, lo necesitaba una vez más.

-¡Pero un bledo! ¡Eso no importa ahora! ¡Abandonado me dejó, árbol ponzoñoso y conveniente! ¡Son mis frutos lo que más trascienden!- enfurecido le dijo, y alejose de ella, fue a la dirección de su querido retoño.

¿Venganza? ¡Qué va! Ya nada de ella le interesa más.

Al llegar, notó los goterones tristes en el rocío de las puntas finas hojeadas, en el árbol crecido, en el fruto de su amor pasado, sin torceduras, pero una herida sangrante en el fondo de su corazón.

-¿Qué te han hecho, hija mía?- doliente preguntó.

-¡Oh! ¡Padre! ¡Reconocible estás! ¡Apenas de bebé te vi así! ¡Era la copa, estaba en la copa! Y luego... Y luego me fuí... ¿Rencoroso estás tú? ¿Tengo que sufrir? ¡Tu ausencia no más! ¡Ya me duele! ¡Me has hecho mucha falta! ¡No debiera haber caído así, con un árbol torcido, apenas viviente de abono asqueroso!

-Vivencias dejan la distancia. No estoy molesto, quiero que mi sombra te proteja cómo a tus frutos, que, culpables no son de tanto desencanto. Haz vivido sufriendo sin mí, ahora te digo, que lejos del árbol torcido, aunque sólo una parte mía esté contigo, te cuidaré.

Y estrecharon sus ramas cercanas.


Si llegaste hasta aquí es porque te gustó.
No, esto no lo he escrito yo, sino mi amiga Diana. Ya en su día hablé de ella.
Tenia un boceto sobre lo que quería escribir y se me ocurrió lo que para mi ha sido un bonito experimento.
Diana… ¿El por qué no me escribes esta misma historia pero traducida a tu lenguaje?
Le encanta la literatura y escribe como los ángeles.
Le falto tiempo para decirme que si, y esto es lo que quedo.

¡Gracias, Diana!

La fabula de Diana es preciosa pero bajo mi punto de vista no queda clara la moraleja así que daré mi versión de la misma:
Primera: Quien toda la vida ha estado bajo la sombra de un árbol (sea este bueno o malo), y decide abandonarla, que nunca se queje de cómo le va y deje tranquilo al árbol que se la daba.
Segunda: Quien a la sombra de un árbol ponzoñoso y conveniente se arrima y encima cree que es un árbol que tiene buenas hojas, unos tallos fuertes y unas raíces bien plantadas, que tampoco se queje. Si además esa persona tuvo la oportunidad de crearse su propia sombra, aun menos.
El final para la segunda puede ser feliz, como muy bien describe mi amiga.

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Publicado por Perro verde en 20:08       https://resources.blogblog.com/img/icon18_edit_allbkg.gif
Etiquetas: Opinión
3 comentarios:
Diana Laura dijo...
¿Ves que las correcciones eran una acción absurda?

Una en vez de mi, dudo que halla más.

José Manuel dijo...

Quien en mala sombra se cobija, al final se hunde. Árbol de Cabuya



ria desde los confines de una vida, con sentidos abstractos y buena parte 
Árboles, llenos de vida, edades diferentes y buen ejemplo a seguir. Antes que los animales, la vegetación era dueña del mundo. Símbolos de ecología, intentos de restauración, pero la tala inmoderada siempre lleva a la destrucción. ¡Pocos buenos árboles hay ya! ¡Todos por dentro empiezanse a pudrir!
Pero claro, entre tanta diversidad, existe aún un árbol firme en sus decisiones, sin ser descorazonado, y de ese es del cuál les contaré a continuación.

Su historia no puede ser la más feliz de todas, no podemos recaer en tanta fantasía, pero, para ser precisos, podemos decir que tuvo una historia difícil:

Él era un árbol el cuál tenía buenas hojas, unos tallos fuertes y unas raíces bien plantadas; no podría ser un árbol más perfecto.
Cierto día, conoció al árbol que pensó, acompañaría toda su vida.
Bella, distinguida, complementaria; lo que necesitaba.

Retoños emergieron ya después de una larga comunicación, felices eran la pareja de vegetales, despampanantes iban a todo lugar, entrelazadas sus ramas hasta el final, con unos buenos frutos en las copas, cómo prioridad, éstos árboles irradiaban bondad.

Tantos buenos frutos por dar, pero una enfermedad cayó al huerto. De repente, el árbol perfecto fue perdiendo su brillo inmenso; sus hojas se estaban volviendo amarillentas cual boca fumadora; sus raíces flaqueaban, persona escenofóbica ante una multitud magistral; todo le parecía gris, día nublado en el porvenir. Las ramas poco a poco se marchitaban, a la vez se quebraban aquellos lazos que parecían inmunes a cualquier mal augurio. Uno de los frutos abandonaba la copa puntiaguda, con las suaves hojas por el suelo, se iban a otro árbol, al árbol femenino.
¡Así pues! ¡El árbol perfecto empezó a tener muchas imperfecciones! Su postura no era la misma, torcido estaba; el fruto que con tanto esmero había protegido como su propia vida, al igual que esa entrañable compañera, se había esfumado cómo si el pasado fuera nulo.

Tiempo pasó, los frutos se convirtieron en árboles, que, con otros se fueron haciendo su propia vida estando lejos del huerto familiar, y la existencia del protagonista se fue desvaneciendo de cada alma por la distancia de por medio.

Los venidos en tiempos de felicidad, algunos tomaron malos rumbos, tal es el caso del fruto más alto, que, se entrelazó antes de tiempo y terminó mal su asunto.
Sin alguien perfecto quién diera su más sincero apoyo, no se hizo nada y la historia quedó inconclusa, hasta después de un lapso muy prolongado, dónde los pájaros trinaban las más dulces melodías, para el viejo árbol triste.

Sonriendo y dulce timbre de voz, exclamó:
-¿Qué vienen a hacer, bellas aves, por aquí, en mis oscuros ramajes?

Las voladoras coloridas y divertidas, exclamaron al unísono:
-¿Es que usted no ve, portador de buena madera, lo que debe ver? La naturaleza está a su esplendor; las flores titilan. Incluso son sus matices soñados; las golondrinas, hermanas mías, anidan por doquier para darle marcha al amor; el cielo ¡ni se diga! Más hermoso no podría estar. ¿Es que usted, no ha valorado la vida cómo lo que es, estando tan cerca del final?

-Tres veces ya han sido, pájaros insulsos, que de cuervos ustedes, tienen mucho. ¡Aléjense! ¡Váyanse de aquí! ¡Yo no los quiero ni los voy a pedir! ¿Es que ustedes no ven que ya no tengo nada? Mi amor partió, mis frutos se pudrieron, estoy solo en esta depresión.

-¡Olmo usted nada! No sea usted llorón, si ve las cosas de la vida con amarga visión, es seguro que usted sea sólo víctima sin redención. ¡No llore más! ¡Ya todo pasó! ¡Quizá nuevos aires le hagan falta!

-Oxígeno no me hace falta, mis hojas ya se fueron, imposible recuperarlas.

-¡Ingenuo árbol, valla a otro huerto nuevo, será todo mejor!

Y volaron las avecillas, vertiginosamente, dejando al árbol pensativo.

-Quizás ese montón de aves tenga razón- se dijo para sí- yo debo aplicar mi último esfuerzo para poder salir. Irme a otra parte, será mi principio del fin.

Partió, con su último ánimo, hacia otro destino.

Encontró, lejanamente, una tierra rica en nutrientes, dónde volvió a adquirir el brillo y fortaleza de cada una de sus partes, lejos de todos los daños abandonados de aquél huerto.
Pronto, se dio cuenta que estuvo perdido un largo tiempo, un tiempo que jamás podrá recuperar, pero que, sin duda, puede hacer algo en su lugar.
Recordó aquellos retoños de sus copas, se preguntó que pudo haber sido de ellos, cuándo los dejó y por qué lo dejaron. ¡Fuerzas sobraban! Sin una duda, una rama del fortalecido llegó al viejo campo de pasado ensueño, dónde encontró que, el árbol que amó, lo necesitaba una vez más.

-¡Pero un bledo! ¡Eso no importa ahora! ¡Abandonado me dejó, árbol ponzoñoso y conveniente! ¡Son mis frutos lo que más trascienden!- enfurecido le dijo, y alejose de ella, fue a la dirección de su querido retoño.

¿Venganza? ¡Qué va! Ya nada de ella le interesa más.

Al llegar, notó los goterones tristes en el rocío de las puntas finas hojeadas, en el árbol crecido, en el fruto de su amor pasado, sin torceduras, pero una herida sangrante en el fondo de su corazón.

-¿Qué te han hecho, hija mía?- doliente preguntó.

-¡Oh! ¡Padre! ¡Reconocible estás! ¡Apenas de bebé te vi así! ¡Era la copa, estaba en la copa! Y luego... Y luego me fuí... ¿Rencoroso estás tú? ¿Tengo que sufrir? ¡Tu ausencia no más! ¡Ya me duele! ¡Me has hecho mucha falta! ¡No debiera haber caído así, con un árbol torcido, apenas viviente de abono asqueroso!

-Vivencias dejan la distancia. No estoy molesto, quiero que mi sombra te proteja cómo a tus frutos, que, culpables no son de tanto desencanto. Haz vivido sufriendo sin mí, ahora te digo, que lejos del árbol torcido, aunque sólo una parte mía esté contigo, te cuidaré.

Y estrecharon sus ramas cercanas.


Si llegaste hasta aquí es porque te gustó.
No, esto no lo he escrito yo, sino mi amiga Diana. Ya en su día hablé de ella.
Tenia un boceto sobre lo que quería escribir y se me ocurrió lo que para mi ha sido un bonito experimento.
Diana… ¿El por qué no me escribes esta misma historia pero traducida a tu lenguaje?
Le encanta la literatura y escribe como los ángeles.
Le falto tiempo para decirme que si, y esto es lo que quedo.

¡Gracias, Diana!

La fabula de Diana es preciosa pero bajo mi punto de vista no queda clara la moraleja así que daré mi versión de la misma:
Primera: Quien toda la vida ha estado bajo la sombra de un árbol (sea este bueno o malo), y decide abandonarla, que nunca se queje de cómo le va y deje tranquilo al árbol que se la daba.
Segunda: Quien a la sombra de un árbol ponzoñoso y conveniente se arrima y encima cree que es un árbol que tiene buenas hojas, unos tallos fuertes y unas raíces bien plantadas, que tampoco se queje. Si además esa persona tuvo la oportunidad de crearse su propia sombra, aun menos.
El final para la segunda puede ser feliz, como muy bien describe mi amiga.


Diana Laura dijo...
¿Ves que las correcciones eran una acción absurda?

Una en vez de mi, dudo que halla más.



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